Página de la asignatura "Introducción a la Literatura española". Universidad de Castilla-La Mancha

Profesor Antonio Barnés.
Antonio.Barnes@uclm.es

martes, 5 de diciembre de 2017

I
Recuerde el alma dormida,
abive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuánd presto se va el plazer,
cómo después de acordado
da dolor,
cómo a nuestro parescer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
II
Y pues vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que a de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
porque todo ha de pasar
por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en el mar
que es el morir:

allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí, los ríos caudales,
allí, los otros, medianos,
y más chicos;
allegados, son iguales,
los que biven por sus manos
y los ricos.

IV
Dexo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yervas secretas
sus sabores.
A Aquel solo me encomiendo,
a Aquél solo invoco yo
de verdad,
que en este mundo biviendo
el mundo no conosció
su deidad.
V
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar,
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nascemos,
andamos cuando bivimos,
y allegamos
al tiempo que fenescemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.


VI
Este mundo bueno fue
si bien usáramos de él
como devemos,
porque, segúnd nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos;

y aun aquel hijo de Dios,
para sobirnos al cielo,
descendió
a nascer acá entre nós
y bivir en este suelo
do murió.


VII
Si fuese en nuestro poder
tornar la cara fermosa
corporal

como podemos hazer
el ánima gloriosa
angelical,
¡qué diligencia tan biva
toviéramos toda ora,
y tan presta
en componer la cativa,
dejándonos la señora
descompuesta!


VIII
Ved de quánd poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos:
de ellas deshaze la hedad,
de ellas casos desastrados
que contecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallescen.


IX
Dezidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerça corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arraval
de senetud.


X
Pues la sangre de los godos,
el linaje y la nobleza
tan crescida,
¡por cuantas vías y modos
se sume su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuánd baxos y abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no devidos
se sostienen.


XI
Los estados y riqueza
que nos dexan a deshora,

¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda:
que bienes son de fortuna
que revuelve con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.


XII
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por esso no nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño.
Y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá
que por ellos esperamos,
eternales.


XIII
Los plazeres y dulçores
de esta vida trabajada
que tenemos

no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos:
no mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta,
sin parar;
cuando vemos el engaño
y queremos dar la buelta,
no ay lugar.
XIV
Estos reyes poderosos
que vemos por escripturas
ya pasadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;

así que no ay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y perlados
así los trata la muerte
como a pobres pastores
de ganados.
XV
Dexemos a los troyanos,
que sus males no los vimos
ni sus glorias;
dexemos a los romanos,
aunque oímos y leimos
sus vitorias.
No curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue dello;
vengamos a lo de ayer,
que tan bien es olvidado
como aquéllo.


XVI
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón,
¿qué se hizieron?
¿Qué fue de tanto galán?
¿Qué fue de tanta invención
como traxieron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?,
¿qué fueron sino verduras
de las heras?
XVII
¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trobar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar,
aquellas ropas chapadas
que traían?


XVIII
Pues el otro, su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcançaba!
¡Cuánd blando, cuánd halaguero,
el mundo con sus plazeres
se le dava!
Mas verás cuánd enemigo,
cuánd contrario, cuánd cruel
se le mostró:
aviéndole seído amigo,
¡cuánd poco duró con él
lo que le dio!
XIX
Las dádivas desmedidas,
los hedificios reales
llenos de oro,
las baxillas tan febridas,
los enriques y reales
del thesoro,
los jaezes y cavallos
de su gente, y atavíos
tan sobrados
¿dónde iremos a buscarlos?,
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?
XX
Pues su hermano el inocente
que, en su vida, subcesor
se llamó,
¡qué corte tan excelente
tuvo, y cuánto grand señor
que le siguió!
Mas, como fuese mortal,
metióle la muerte luego
en su fragua:

¡O juizio divinal,
cuando más ardía el fuego
echaste agua!


XXI
Pues aquel grand Condestable,
maestre que conoscimos
tan privado,
no cumple que de él se hable,
sino sólo que lo vimos
degollado;
sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?,
¿fuéronle sino pesares
al dexar?


XXII
Pues los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
truxeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alto fue subida
y ensalçada,
¿qué fue sino claridad,
que, estando más encendida,
fue amatada?


XXIII
Tantos duques excelentes
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y sus muy claras hazañas
que hizieron en las guerras
y en las pazes,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerça las atierras
y deshazes.

XXIV 

Las huestes innumerables,
los pendones y estandartes
y vanderas,
los castillos impunables,
los muros y valuartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
Que si tú vienes airada,
todo lo passas de claro
con tu flecha.


XXV
Aquél de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente,
sus grandes hechos y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hazer caros,
pues el mundo todo sabe
cuáles fueron.

XXVI

Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforçados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los subjetos!
y a los bravos y dañosos,
¡un león!


XXVII
En ventura, Otaviano;
Julio César, en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito, en liberalidad
con alegría;
en su braço, Aureliano;
Marco Atilio en la verdad
que prometía.


XXVIII
Antonio Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adrïano, en elocuencia,
Teodosio en humanidad
y buen talante;
Aurelio Alexandre fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Costantino en la fe.
Camilo en el grand amor
de su tierra.


XXIX
No dexó grandes thesoros
ni alcançó grandes riquezas
ni baxillas,
mas hizo guerra a los moros
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
muchos moros y cavallos
se perdieron,
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.


XXX
Pues por su honra y estado,
en otros tiempos passados,
¿cómo se uvo?:
quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta dicha guerra
que hazía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aun más tierra
que tenía.


XXXI
Estas sus viejas estorias
que con su braço pintó
en la joventud,
con otras nuevas victorias
agora las renovó
en la senetud;
por su gran abilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcançó la dignidad
de la grand caballería
del espada.


XXXII
Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló,
mas por cercos y por guerras
y por fuerça de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal,
y en Castilla, quien siguió
su partido.


XXXIII
Después que puso la vida
tantas vezes por su ley
al tablero,
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero,
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña,
vino la muerte a llamar
a su puerta.


XXXIV
diziendo: “Buen cavallero,
dexad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro coraçón de azero
muestre su esfuerço famoso
en este trago.
y pues de vida y salud
hezistes tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sofrir esta afruenta
que os llama.


XXXV
“No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de fama tan glorïosa
acá dexáis;
aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera,
mas con todo es muy mejor
que la otra temporal,
perecedera.


XXXVI
“EI bevir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros,
los cavalleros famosos,
con trabajos y afliciones
contra moros.


XXXVII
“Y pues vós, claro varón,
tanta sangre derramastes
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganastes
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis”.


XXXVIII
“No gastemos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo.
Y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer ombre bivir,
cuando Dios quiere que muera
es locura.
XXXIX
“Tú, que por nuestra maldad
tomaste forma cevil
y baxo nombre;
Tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como el ombre;
Tú, que tan grandes tormentos
sofriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merescimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona.”
XL
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su muger,
y de hijos y de hermanos
y criados,
dio el alma a quien ge la dio,
el cual la ponga en el cielo
en su gloria;
y aunque la vida murió,
nos dexó harto consuelo
su memoria.


Texto procedente de Jorge MANRIQUE, Poesía, ed. María Morrás (Madrid, Castalia, 2003). 

Tercer o cuarto hijo de Rodrigo Manrique, de la ilustre casa de Lara.
Nació hacia 1440 en Paredes de Nava (Palencia) o Segura de la Sierra (Jaén).
Muy pronto fue nombrado trece de la orden de Santiago, esto es, caballero y miembro de su capítulo general.
Apartir de 1465 aparece en las crónicas en relación con varios hechos de armas.
Tras la muerte de Enriqur IV, en 1474, los Manrique lucharon en las filas de los Reyes Católicos, cuya causa apoyaban desde hacía ya una década.
En Uclés, el 11 de noviembre de 1476, moría a la edad de setenta años, de un cancer en el rostro, el maestre don Rodrigo.
Jorge murió el 24 de abril de 1479 tras ser herido de muerte en una escaramuza, ya cercano el final de la Guerra civil.

Jorge Manrique fue un hombre marcado por su origen aristocrático y por el active papel politico desempeñado por su familia. Entregado a la Carrera de las armas, las imagines del mundo military se reflejan con particular intensidad en su poesía.
Su linaje se había distinguido también por el cultivo de las letras.
Su madre era prima del Marqués de Santillana.
Su padre compuso varios poemas. Su tío Gómez Manrique fu un autor relevante.
 

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Dámaso Alonso

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