Página de la asignatura "Introducción a la Literatura española". Universidad de Castilla-La Mancha

Profesor Antonio Barnés.
Antonio.Barnes@uclm.es

miércoles, 21 de octubre de 2009

Progreso técnico / Progreso cultural



Obsérvense estas dos gráficas. La primera, en mi opinión, representa el progreso cultural de la humanidad; la segunda, el progreso técnico. En nuestro tiempo, el progreso técnico es el más llamativo: el ordenador de hoy es mejor que el de ayer. Y con frecuencia se confunde progreso técnico con progreso. Como en los últimos decenios la humanidad ha dado un paso de gigante en tecnología: comunicaciones, informática, electrónica, viajes espaciales, etc, etc, es fácil pensar dos cosas falsas:

a) el hombre contemporáneo es más inteligente que el prehistórico, antiguo, medieval y moderno.

b) la cultura es como la técnica: los conceptos de hoy son más válidos que los de ayer.

La gráfica de la cultura es un encefalograma con muchas subidas y bajadas. Homero -800 a. C- escribió dos obras maestras -La Ilíada y La Odisea-, indudablemnte de más calidad que la mayor parte de los bestsellers de hoy. Platón, Aristóteles, Virgilio, Horacio, San Agustín, Dante, Cervantes, Shakespeare... son hitos en la historia de la humanidad. La persona humana es sustancialmente la misma a lo largo de los siglos. Las grandes cuestiones que afectan a mujeres y hombres: Dios, el amor, la muerte, la paz, el dolor, la vida... han sido abordadas por los seres humanos desde diversas perspectivas y tiempos. Sus respuestas no son más inteligentes por ser más modernas. Una idea de Platón, por ejemplo, puede ser infinatemente más beneficiosa para la humanidad que la última ocurrencia de un filósofo posmoderno, y no digamos ya, si es una ocurrencia de un columnista de suplemento semanal. Una metáfora de Dante puede ser más hermosa que todas las imágenes literarias de los libros más vendidos en El Corte Inglés.
Despreciar a los hombres del pasado porque son del pasado es como tratar de prescindir del agua, del aire, de la tierrra y del fuego porque estaban a disposición del hombre prehistórico, es decir, una inmensa memez.
Los antiguos no eran menos inteligentes que los modernos. A veces eran más inteligentes. Lo último -en el plano cultural- no tiene por qué ser lo mejor: a veces es lo peor.
Renunciar a conocer las grandes obras intelectuales y literarias de la historia de la humanidad es condenarse a ser una marioneta en manos del último sofista con cara de tonto, que flota por la falta de peso que anida en su cerebro.
Para pensar en el amor no puedes dejar el Banquete de Platón o el Sobre la amistad de Cicerón;
para vivir la muerte Boecio te ofrece el Consuelo de la filosofía y Jorge Manrique Las coplas a la muerte de su padre;
la lucha titánica entre la vida y la muerte no puede obviar La Ilíada y La Odisea de Homero, La Eneida de Virgilio.
La desnudez de un alma queda patente en Las confesiones de San Agustín.
Sin Sófocles, Skakespeare o Calderón no puede conocerse el gran teatro del mundo.
La cultura, al menos la occidental, es ininteligible sin la Biblia en el plano religioso y sin las Metamorfosis de Ovidio en el plano mitológico.
Y Cervantes (Quijote).
Y Dante (Divina comedia).

La lista no es, ni mucho menos, exhaustiva, pero sí imprescindible.

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Dámaso Alonso

Cada obra literaria ( y cada obra de arte) es un espacio abierto en nuestra
imaginación, poblado allí para siempre, encendido allí para siempre, un día interior que luce en nuestra alma y que ya no se extinguirá sino con nuestra conciencia.

¡Que nada se interponga - si es posible - entre el lector y la obra!