Página de la asignatura "Introducción a la Literatura española". Universidad de Castilla-La Mancha

Profesor Antonio Barnés.
Antonio.Barnes@uclm.es

miércoles, 28 de octubre de 2009

Ilíada, Beowulf, Chanson de Roland



Ilíada, Homero, s. VIII a. C.

Beowulf

poema épico anglosajón compuesto ca. 750 DC, conservado en un solo

manuscrito ca. 1000 DC]

Traducción de Luis Lerate

El cantar de Roldán
Anónimo francés (c. 1100)

1

Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquileo; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves —cumplíase la voluntad de Zeus—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquileo.

8

¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Zeus y de Leto. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Este, deseando redimir a su hija, habíase presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas del flechador Apolo que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:

17

—¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria. Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, al flechador Apolo.

22

Todos los aqueos aprobaron a voces que se respetase al sacerdote y se admitiera el espléndido rescate: mas el Atrida Agamemnón, a quien no plugo el acuerdo, le mandó enhoramala con amenazador lenguaje:

26

—Que yo no te encuentre, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque demores tu partida, ya porque vuelvas luego; pues quizás no te valgan el cetro y las ínfulas del dios. A aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y compartiendo mi lecho. Pero vete; no me irrites, para que puedas irte sano y salvo.

I • GRÉNDEL

Skild, fundador de la dinastía skildinga.

Sus funerales.

¡Oíd! Yo conozco la fama gloriosa que antaño lograron los reyes daneses, los hechos heroicos de nobles señores.

4 A menudo los bancos tomábales Skild, el hijo de Skef, a la gente enemiga; infundía pavor el que fue recogido en penoso abandono. Consuelo le cupo, pues luego en la tierra con gloria vivió y a todos los pueblos que habitan la orilla del paso del pez a su mando los tuvo, tributo le daban. ¡Era un rey excelente!

12 Entonces un hijo le vino a nacer, heredero en palacio. Enviábalo Dios en alivio del pueblo: Él sabía su aprieto de tiempos atrás, cuando mucho sufrieron sin un soberano. El Señor de la vida, el Dios Celestial, concedióle renombre: fue famoso Beowulf, lejos la gloria del hijo de Skild se extendió por Escania.

20 Es así como un joven se sabe lograr —ofreciendo regalos, ya en casa del padre— que luego, de viejo, al venirle batalla, rápida acuda animosa su gente, le apoyen los hombres. ¡Con nobles acciones prospera un señor en un pueblo cualquiera!

26 Su hora le vino al intrépido Skild, al encuentro marchó del Señor de la Gloria.

28 Sus amados guerreros lleváronlo entonces a orillas del mar, como él ordenó, el monarca skildingo, cuando habla tenía; fue largo el reinado del bravo caudillo.

Ya estaba dispuesto, con proa curvada

y cubierto de nieve, el navío del rey;

fue colocado el egregio señor dadivoso de anillos a bordo del barco, al pie de su mástil. Abundaban allá

los tesoros y adornos de tierras lejanas.

I

El rey Carlos, nuestro emperador, el Grande, siete años enteros permaneció en España: hasta el mar conquistó la altiva tierra. Ni un solo castillo le resiste ya, ni queda por forzar muralla, ni ciudad, salvo Zaragoza, que está en una montaña. La tiene el rey Marsil, que a Dios no quiere. Sirve a Mahoma y le reza a Apolo. No podrá remediarlo: lo alcanzará el infortunio.

II

El rey Marsil se encuentra en Zaragoza. Se ha ido hacia un vergel, bajo la sombra. En una terraza de mármoles azules se reclina; son más de veinte mil en torno a él. Llama a sus condes y a sus duques:

-Oíd, señores, qué azote nos abruma. El emperador Carlos, de Francia, la dulce, a nuestro país viene, a confundirnos. No tengo ejército que pueda darle batalla; para vencer a su gente, no es de talla la mía. Aconsejadme, pues, hombres juiciosos, ¡guardadme de la muerte y la deshonra!

No hay infiel que conteste una palabra, salvo Blancandrín, del castillo de Vallehondo.

III

Entre los infieles, Blancandrín es juicioso: por su valor, buen caballero; por su nobleza, buen consejero de su señor. Le dice al rey:

-¡Nada temáis! Enviad a Carlos, orgulloso y altivo, palabras de servicio fiel y de gran amistad. Le daréis osos, y leones y perros, setecientos camellos y mil azores mudados, cuatrocientas mulas, cargadas de oro y plata y cincuenta carros, con los que podrá formar un cortejo: con largueza pagará así a sus mercenarios. Mandadle decir que combatió bastante en esta tierra; que a Aquisgrán, en Francia, debería volverse, que allí lo seguiréis, en la fiesta de San Miguel, que recibiréis la ley de los cristianos; que os convertiréis en su vasallo, para honra y para bien. ¿Quiere rehenes?, pues bien, mandémosle diez o veinte, para darle confianza. Enviemos a los hijos de nuestras esposas: así perezca, yo le entregaré el mío. Más vale que caigan sus cabezas y no perdamos nosotros libertad y señorío, hasta vernos reducidos a mendigar.

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Dámaso Alonso

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